Las crisis no son culpa de los medios, como aseguran algunos, son resultado de estrategias políticas, empresariales, criminales. La crisis, diría Eduardo Galeano, multiplica el miedo, y el miedo convierte la injusticia en fatalidad del destino. La guerra y la crisis multiplican la pobreza y la pobreza ofrece brazos que trabajan por poco a nada con tal de alimentar a sus familias. La guerra, sigue Galeano, otorga dinerales a los traficantes de armas y secuestradores de civiles. La guerra asesina a los que denuncian las causas de la guerra, para que la guerra y la crisis sean tan inexplicables como inevitables.
Pero la crisis y la guerra no nos quiebran. Nos indignan, nos agotan, nos desalientan, nos confunden, pero no nos quiebran. Mexicanas y mexicanos seguimos intuyendo que todo va a mejorar, que el país va a transformarse. Algunos dicen que se necesita una revolución, otros una elección limpia, algunos dicen que basta una nueva educación. Para hallar respuestas necesitamos conocer la verdad y hacer preguntas útiles.
Lo que sí sabemos es que si no nos informamos, no hay manera de indignarse y sin indignación sólo hay esclavitud y silencio. Cuando Televisa oculta en sus noticiarios las declaraciones de Miguel de la Madrid, o las violaciones de militares en Juárez; cuando vende silencio, lo mismo que noticias, nutre la crisis. Cuando nos quedamos sólo con la versión oficial nutrimos la crisis, alimentamos el miedo. Cuando creemos que persistir en mostrar a los poderosos corruptos es un circo inútil, les damos más poder para ser más corruptos. Cuando creemos que buscar la verdad es ser pesimista, o que criticar a un partido es ser partidista nulificamos el debate.
Sí, habrá que seguir señalando, desentrañando la verdad, indignándose ante la violencia, la mentira oficial y la corrupción. Trabajar en cada espacio personal y comunitario es indispensable, pero no es sino con la búsqueda que se encuentran respuestas, alianzas, soluciones. Somos 104 millones de mexicanas y mexicanos, sólo 0.5% nos gobierna, pero la crisis y el miedo nos han hecho creer que nuestras vidas y nuestro futuro están en sus manos. ¿No es eso extraño?
Lydia Cacho
Plan B
18 de mayo de 2009
http://www.eluniversal.com.mx/columnas/78253.html

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