Ha sido esta una semana muy difícil para el hoy más que nunca solitario de Palacio, en paráfrasis de la célebre novela de René Avilés Fabila. Desde su discurso en la Universidad de Stanford (en el que de nueva cuenta se lanzó contra el Partido Revolucionario Institucional) hasta el fallidísimo caso de Jorge Hank Rhon (a quien sus acusadores no pudieron comprobarle un solo delito), y desde su petición de un periodo extraordinario de sesiones en el Congreso (ignorada olímpicamente por los legisladores priistas) hasta la tendencia en las encuestas en el Estado de México (que otorgan una ventaja abrumadora al candidato tricolor), todo da la impresión de estar hecho con las patas, en una larga sucesión de errores, equívocos y traspiés (semejante a la de los dirigentes de la Femexfut en el caso del clembuterol).
No me cuento entre los que gustan de denostar de manera peyorativa al presidente de la República y no me da por el insulto fácil contra su persona. Más bien trato de comprender qué fue lo que pasó para hacerlo cambiar de estrategia y meterse en una terrible camisa de once varas, en la que se quedó atrapado y de la que no puede —o no quiere— salir.
Con un país dominado por la violencia más caótica, con el destape de un precandidato a la Presidencia que no convence siquiera a los propios panistas, con el Ejército molesto por el deterioro de su imagen y otros varios etcéteras, Felipe Calderón debe sentirse achicado, aminorado.
Como un pequeño solitario de Palacio.
Cámara húngara

No comments:
Post a Comment