Friday, August 21, 2009

La traquea de Calderón

De la manera más absurda posible, el presidente Felipe Calderón se volvió rehén de sí mismo. Gracias a la laxitud de su boca se está acabando capital político cada día. Por qué tenía que sugerir en una conferencia de prensa en Costa Rica que podría haber ajustes en su gabinete para enfrentar las nuevas circunstancias en la segunda parte de su sexenio, es un misterio. Un político fogueado como él, acostumbrado al forcejeo, a las escaramuzas, a pelar en campo abierto, cometió ese error táctico al dejar puertas abiertas a la imaginación, con su acompañante de fobias indisoluble en estos casos y rencores, que logró, como una externalidad, paralizar su gobierno. Desde ese día, ante lo inminente de los relevos, una buena parte del gabinete dejó de funcionar.

En la Secretaría de Hacienda, la incertidumbre es como una epidemia. El titular Agustín Carstens y su equipo trabajan cotidianamente entre afinar y cabildear el presupuesto para el próximo año fiscal, y preguntan regularmente si sus días están contados. Carstens está molesto con el manejo presidencial de la política económica, con los mensajes tramposos que ha tenido que dar por órdenes superiores, y por el creciente maltrato del presidente Calderón. En Los Pinos dicen que los tiene decepcionados, por lo que buscaron su remplazo y comenzaron a filtrar que no hay mucho deseo por promoverlo como gobernador del Banco de México. Ninguna de las dos partes fue discreta, y a la especulación añadieron confrontación.

En Pemex, que sin ser una secretaría de Estado tiene mayor peso que muchas, la situación con el director Jesús Reyes Heroles no es muy distinta. Desde el principio de la administración los fundamentalistas de Calderón lo consideraban un priista y, por tanto, enemigo. Lo salvó su conocimiento técnico y su trabajo, pero la relación con la responsable del sector energético, la secretaria de Energía, Georgina Kessel, se ha deteriorado tanto que hoy en día prácticamente no se hablan. La idea de cambiarlo data del tiempo del cabildeo sobre la reforma de Pemex, cuando lo acusaron de cabildear con el PRI. Es cierto. De no haberlo hecho, no habría reforma. Pero en las dos últimas semanas Calderón lo ha humillado. Por razones de seguridad nacional, una investigación de dos años que realizó Pemex sobre la ordeña y contrabando de crudo, fue operada por el Ejército, pero la manera como se presentó a la opinión pública fue como si en la empresa no hubieran sabido nada del problema o, peor aún, fueran cómplices en la red de corrupción. En Brasil propuso Calderón una alianza con Petrobras, pero el director de Pemex no fue invitado al viaje. Los golpes a Reyes Heroles ya tuvieron consecuencias. En Pemex han dejado de atender sus instrucciones. Calderón lo tiene herido de muerte.

La PGR es otra dependencia donde se ha jugado con el procurador Eduardo Medina Mora. Hay molestia con él desde octubre del año pasado por haberle escondido al Presidente la corrupción que había en la SIEDO, que lo obligó a fabricar en 25 días la llamada “Operación Limpieza”. Luego congelaron a sus asesores, porque en menoscabo de la ley generaron confusión en la opinión pública con la manipulación de averiguaciones previas para ocultar la vinculación con el narcotráfico de la oficina encargada de combatirlos. Desde principios del gobierno, en el círculo íntimo de Calderón lo llamaba “traidor” porque durante la contienda por la candidatura presidencial había jugado con Santiago Creel, y ya entrado el sexenio, por apostar más por el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, que por un panista. Pero en lugar de relevarlo, como a Carstens y Reyes Heroles, también lo han humillado. Este miércoles, por ejemplo, había cancelado su participación para inaugurar una reunión de procuradores en Cancún y en su lugar iría el secretario de Gobernación. Pero horas después hubo órdenes contrarias. ¿Qué pueden tratar con él los procuradores a mediano y largo plazo? Medina Mora ocupa el cargo pero ya no manda; vive con respirador artificial.

Estos tres casos se contraponen con otros dos, el de los secretarios de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, y de Agricultura, Alberto Cárdenas. Del segundo no se habla nada. Del primero se habla todo y mal, pero siempre con la acotación de que él no caerá porque pertenece al círculo íntimo de Los Pinos. En ambos casos, de acuerdo con funcionarios de primer nivel, no existe interlocución alguna con los sectores con quienes deberían de tener una comunicación fluida. Cárdenas ha chocado hace meses con el secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, quien está en el mayor ánimo presidencial, y se ha enfrentado con los empresarios del campo. Ruiz Mateos está lleno de anécdotas sobre incompetencia, frivolidad e ignorancia. Varias veces le han llamado la atención en Los Pinos por su cretinismo e impertinencia, las mismas que ha vuelto a incurrir en lo mismo. A ellos no los humilla el Presidente, lo que no impide que sean un lastre que cada día pesa más.

En este mismo espacio se apuntó el pasado 3 de agosto que cuál sería el beneficio de un cambio, si este sólo fuera de individuos y no de programas. Hoy, ante el deterioro del entorno sociopolítico, ese argumento tiene que ser revisado. Con sus acciones, señales rencorosas y omisiones, Calderón ha convertido la idea de un ajuste de su gabinete en una necesidad. Es inevitable que los haga porque él mismo dinamitó los puentes para reconstruir un gobierno con el mismo equipo, y selló las salidas por su exabrupto en Costa Rica. En estos 24 días, Calderón se asfixió a sí mismo y necesita urgentemente la oxigenación. Tiene que abrirse la tráquea y dejar que el aire limpio entre, porque lo que tiene apesta, incomoda, inmoviliza y, sobretodo, se lo está carcomiendo desde adentro.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

Tuesday, August 18, 2009

Gasta Los Pinos a manos llenas

Reforma

En medio de la crisis económica, la Presidencia a cargo de Felipe Calderón sobrepasó su presupuesto para el primer semestre del año en 361 millones de pesos, 37.5 por ciento más que el gasto autorizado por la Cámara de Diputados para ese periodo.

Y no es la primera vez. De acuerdo con las Cuentas Públicas de 2007 y 2008, Los Pinos sobrepasó en 201 y 401 millones de pesos, respectivamente, el presupuesto anual autorizado en esos años, lo que muestra una tendencia a aumentar cada vez más la diferencia entre lo aprobado y lo ejercido.

Para este año, según las cifras reportadas por Hacienda a la Cámara de Diputados, en el Segundo Informe Trimestral sobre la Situación Económica y las Finanzas Públicas, Los Pinos tenía un presupuesto original aprobado por el Legislativo de 960.4 millones de pesos para los primeros seis meses de 2009.

Sin embargo, en el presupuesto “autorizado”, es decir modificado por el propio Gobierno federal, se detalla que el gasto para ese periodo se amplió a mil 321.5 millones de pesos, cifra detallada en el anexo “Calendario de presupuesto autorizado” del informe de Hacienda.

Con esta ampliación, la Presidencia ya se gastó en seis meses el 74 por ciento de su presupuesto anual, que los diputados dejaron en mil 798 millones de pesos, luego de reducirle cerca de 50 millones al planteamiento que les mandó el Ejecutivo federal.

Los 361 millones extras es la diferencia más alta entre el presupuesto aprobado y el ampliado que la Presidencia de Calderón ha registrado para un periodo similar.

En el primer semestre de 2007, el monto original aprobado por la Cámara baja fue de 741.1 millones de pesos y el modificado o autorizado por el Ejecutivo fue de 761.1 millones, una diferencia de 19.9 millones más.

En 2008, para el periodo de enero a junio, el gasto avalado por el órgano legislativo alcanzó los 834.4 millones de pesos. La Presidencia reportó un gasto de mil 100 millones, es decir 266 millones más.

Los recursos aprobados incluyen los gastos para asesoría, apoyo técnico y despacho de los asuntos que encomiende el Ejecutivo federal, así como para llevar a cabo las acciones de seguridad y logística en los eventos y actividades del presidente.

No pues asi seguramente se van a "sacrificar"...

Saturday, August 1, 2009

Colapso

Carmen Aristegui

El impacto que se anticipaba para nuestro país de la crisis mundial está ya registrado en los informes que se han dado a conocer en los últimos días. La dimensión y profundidad del daño es tal que se requiere de medidas y respuestas de auténtica emergencia. El desplome de la actividad económica ha llegado a cifras y niveles que no se veían desde hace 70 años y los efectos sociales son ya inconmensurables.

Son urgentes medidas de contención social y apuntalamiento para los más desprotegidos, especialmente para los jóvenes, so riesgo de desbordamientos, mayores índices de criminalidad y descontento social generalizado. No hay tiempo que esperar. El sentido de urgencia debe estar presente entre todos los órdenes y órganos de gobierno, los sectores productivos y las múltiples organizaciones que existen en nuestro país.

La pasividad y la inacción, en un contexto como éste, son inadmisibles. Sin retórica, el país está obligado a alinear esfuerzos para contener, a ver de qué manera, los devastadores efectos que una crisis de esta magnitud ha traído y seguirá trayendo para la población cada vez más vulnerable. Una reforma fiscal más equitativa, que amplíe la base tributaria y que atempere la brutal concentración de los ingresos; revisión inmediata de la eficacia y alcance de los programas sociales y, por supuesto, una reorientación urgente en el ámbito presupuestal.

El ejercicio del dinero público debe ser sometido a una evaluación inmediata y extraordinaria, y revisarse, sin tardanza, las prioridades en el gasto público nacional. No son tolerables ni subejercicios ni despilfarros. Y mucho menos ocurrencias. Decidir, como lo anunció Calderón esta semana, un gasto millonario para producir cédulas de identidad biométrica en medio de esta crisis es peor que un chiste cruel. Es obvio que las prioridades están en otro lado.

Pobres, desempleados, jóvenes y mujeres son las franjas de población más afectadas que deben recibir, sin dilación, apoyos y opciones reales con medidas inmediatas, concretas y certeras. En juego van muchos asuntos, empezando por una estabilidad social amenazada. El Banco de México ha anunciado que la economía caerá hasta 7.5 por ciento en 2009. Tres puntos más de lo que la banca central había considerado apenas hace tres meses.

Se ha reconocido que en la primera parte del año la caída ha llegado al 11 por ciento. Los ingresos fiscales registran sus peores marcas con una recaudación, que de por sí ya era infame. Tocado fondo o no, la debacle es inocultable. En materia de empleo, considerando sólo el sector formal de la economía -que no necesariamente es el dominante-, la pérdida será de por lo menos 735 mil plazas sólo en 2009.

Las remesas se han contraído severamente. En seis meses los envíos familiares se redujeron en casi 12 por ciento, afectando el ingreso de divisas y a millones de personas que viven de éstas. La caída en los ingresos petroleros alcanza casi el 60 por ciento. El crudo mexicano ronda ahora los 60 dólares.

Los recortes no se han hecho esperar y en dos tandas han rebasado ya los 80 mil millones de pesos. Oficinas públicas en lugares del país han cerrado puertas y parado actividades. Los municipios se declaran en bancarrota y muestran descarnados su dependencia del erario federal.

Los niveles de pobreza y de pobreza extrema que todo esto traerá serán medidos en los próximos años y nos dirán, con cifras, lo que desde hoy ya conocemos: la pauperización de los depauperados. INEGI y Coneval acaban de reseñar los dos primeros años de este gobierno en la materia.

La conclusión básica indica que en México, hoy, los pobres son más pobres y la población más desigual. Cuando vuelva a medirse el fenómeno de la pobreza en la siguiente encuesta bianual, ya asentados los impactos de lo que ahora está en curso, se constatará, amargamente, que los avances o logros que se hubieran obtenido, por lo menos en la última década, con programas sociales, políticas públicas y transferencia de recursos públicos para paliar miseria y marginalidad, se habrán evaporado merced a la devastadora crisis. El eje principal, ineludible, de un nuevo modelo económico deberá enfrentar realidades como ésta.