Salvador García Soto
Serpientes y Escaleras
El Universal
En la última y alocada etapa de Vicente Fox en la Presidencia, entre los mexicanos se acuñó un término que vino a ser una más de las contribuciones —o deformaciones— de la nueva clase panista al léxico político. Igual que el “sospechosismo” o el mocho verbo de “guanajuatizar”, el “foxeo” fue una forma irónica y coloquial de referirse a los desvaríos del ex presidente.
En los últimos días hubo declaraciones polémicas de Felipe Calderón y que, de no ser porque estamos ante un Presidente claramente en campaña, serían para preocuparse.
“Yo no pido permiso” para combatir al crimen fue la frase que Calderón dedicó a los gobernadores que “se quejan” de sus operativos contra el narco “en lugar de cooperar”. La frase —con todo su tufillo autoritario— pareció dedicada a su paisano Leonel Godoy, pero también a otros gobernadores que han discutido en público y en privado con Calderón por la militarización.
Esa declaración, sumada a las de su secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, en el pleito contra el gobernador de Sonora, Eduardo Bours —“que le baje al tono altanero con que se dirigió al Presidente”—, confirmó la visión electorera de la administración calderonista, que decidió que valían más unas diputaciones para el PAN que el diálogo con la oposición, aun con el difícil periodo económico y social que vive el país.
Pero hubo otro comentario de Calderón que resultó aún más sorprendente y emuló las hazañas del creador del “foxeo”. Ayer viernes al mediodía, cuando no se cumplían todavía ni 24 horas de la muerte del cantante estadounidense Michael Jackson y la policía de Los Ángeles apenas abría las investigaciones para determinar las causas formales de su repentina y misteriosa muerte, el Presidente mexicano tenía ya una conclusión “confirmada” de cómo y por qué murió el popular cantante de pop.
Y la hizo pública en un acto y un discurso oficial en Los Pinos: “Qué paradoja que hoy, Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, se confirme que uno de los mayores ídolos de varias generaciones y el mayor vendedor de discos de música pop murió a causa de un uso indebido y excesivo de drogas, en lo que sería también la plenitud de la edad. Y que a final de cuentas, esta muerte dramática, trágica, de alguien que, teniéndolo todo, fama y dinero, fue al final de cuentas incapaz de sobrevivir a la muerte que está encerrada, precisamente, en las adicciones”.
Si Calderón no tenía información exclusiva que aún no conocen ni la policía de Los Ángeles ni los principales diarios y cadenas de EU, entonces incurrió en un desliz que demostraría insensibilidad ante un personaje, polémico sí y cuestionado por sus actos de pederastia, pero también aclamado por muchos mexicanos que seguían su talento musical. ¿Sabe el Presidente algo que no saben ni siquiera los investigadores del caso? ¿No debió esperar a que se concluyan las investigaciones y la autopsia antes de poner como un “ejemplo” negativo a Jackson, a quien tachó de consumidor y adicto a las drogas?
Veremos si el Presidente tiene manera de sustentar su declaración oficial en la que dictaminó la causa de la muerte del llamado “rey del pop”, o si su comentario sólo fue un “foxeo”. Aun así, quedaría otra pregunta más inquietante e indignante: ¿por qué en el caso de Michael Jackson pudo tener una conclusión tan clara y contundente en menos de 24 horas y en el caso de los 47 niños muertos en la guardería de Hermosillo ni el Presidente ni su procurador han podido decirnos, 20 días después, quiénes fueron los culpables de esa negligencia criminal?
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