Tuesday, October 18, 2011

Calderon y el PRI, la otra guerra.



Rápido y enjundioso, Felipe Calderón dio un paso más en su estrategia para convertir la próxima elección presidencial en un gran referendo ciudadano sobre la lucha contra el crimen organizado, al señalar que una parte del PRI estaría dispuesta a pactar con el crimen si regresara a la Presidencia.

El guión de la estrategia es claro: ¿ciudadanos independientes: continuamos el combate o rendimos la plaza?, ¿seguimos de frente o negociamos?, ¿libramos la última batalla o pactamos? En pocas palabras, ¿PAN o el PRI de Jorge Hank y Sócrates Rizzo?, ¿PAN o el PRD de Greg Sánchez y Julio César Godoy (aunque a ninguno de ellos se les haya probado judicialmente algo)?, ¿PAN o un nuevo peligro para México?

La estrategia no es nueva. La utilizó Álvaro Uribe en la pasada elección presidencial en Colombia, lo que le permitió reelegir a su partido en la persona de su entonces secretario de la Defensa (por cierto, de apellido materno Calderón), Juan Manuel Santos. En las elecciones intermedias de 2009 en México, también hubo un claro antecedente cuando la propaganda oficial ofrecía a los ciudadanos “para vivir más seguros”.

De hecho, de todos los programas del actual gobierno, el de la seguridad y el de la salud son los mejor evaluados por la ciudadanía. A pesar de la falta de resultados del primero y de la falta de medicinas en el segundo, la gente percibe un esfuerzo persistente y sistemático en ambos. Así que no debe causar extrañeza que Felipe Calderón, su gobierno y su partido, intenten montar un cuadrilátero político-electoral con el tema de la seguridad de trasfondo y tomen de sparring o costal de entrenamiento (y entretenimiento) al PRI.

Lo nuevo, en todo caso, es el receptor de este mensaje reeditado y recargado de Calderón sobre el PRI de losnarcopactos: el público de Estados Unidos y, especialmente, los poderes políticos y económicos asentados en Washington y Nueva York, que son los más exigentes en continuar la guerra mexicana.

La advertencia lanzada por Calderón a través de este influyente rotativo se convierte en los hechos en una poderosa invitación para que los sectores más duros del establishment de seguridad norteamericano incrementen su injerencia y presencia en los asuntos políticos de México; en concreto, para que monitoreen las elecciones del próximo año, porque la narcoinsurgencia ya podría tener partido, el PRI… La verdad es que ni Maximiliano de Habsburgo ni Porfirio Díaz habían llevado tan lejos sus debilidades intervencionistas cuando se sintieron perdidos.

Ahora bien, ¿qué tan cierto es que una parte del PRI promovería los narcopactos? Tan cierto como que una parte del PAN propone cambiar de estrategia y hasta negociar con los cárteles, como lo ha planteado a voz en cuello Vicente Fox. ¿Qué tan real es que los gobiernos locales del PRI han dejado a Los Zetas echar raíces en Veracruz, Tamaulipas, Tabasco, Coahuila y Nuevo León? Tan real como que los gobiernos panistas de Baja California, Morelos, Jalisco y Aguascalientes se hicieron de la vista gorda con los Arellano Félix, los Beltrán Leyva, con Ignacio Coronel y con Juan José Esparragoza, El Azul, es decir, a la llamada Federación del Pacífico. ¿Qué tan creíble es que los gobiernos del PRI pactaban decálogos de protección y tranquilidad con el crimen? Tan creíble como que a los gobiernos del PAN se les escapó El Chapo Guzmán y en 11 años, lejos de ser recapturado, ha llegado a fundar el cártel más poderoso del continente americano, con tendencia a convertirse en hegemónico en México, a decir de la revista Forbes, de las agencias policiales norteamericanas y de la consultora global Stratfor. ¿Qué tan verificable es que la actual política de seguridad de Calderón es más eficaz y eficiente que la aplicada por los gobiernos anteriores? Tan verificable como que la captura de una docena de capos en los 80 y 90 se hizo con una cifra imperceptible de tiros y muertos, mientras que la caída de 19 capos en los últimos cinco años ha costado 50 mil muertos, 10 mil desaparecidos y 66 mil millones de pesos. Y en ninguna de ambas experiencias, es decir, ni con los supuestos pactos del PRI ni con la real e infructuosa embestida del PAN, el problema de la inseguridad se ha resuelto o contenido.

Las disculpas que exige el PRI por su política de simulación en el combate al crimen son producto de la impudicia y el cinismo. Por su parte, el referendo que preparan Felipe Calderón y el PAN para intentar reelegirse con la bandera de la seguridad, es producto de la doble moral y del fanatismo de la derecha. Es la ética de los ladrones contra el dogmatismo de los fanáticos. Y en medio, el país. Lo único que faltaba: que a la guerra de los cárteles se sume ahora la guerra de los cartelones y las carteleras políticas. Zetas contra Chapos; priistas contra panistas. Dos versiones de una misma guerra mafiosa.

Ricardo Monreal
Milenio
Twitter: @ricardomonreala







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