Monday, August 1, 2011

¿Quién desprestigia a la Marina, señor secretario?

La guerra, cuando se libra a la mala y sin obtener resultados, suele generar desesperación en los altos jefes militares y sacar a flote sus más siniestras y típicas obsesiones. De pronto, el tiempo y las fronteras se borran y el discurso característico de los gorilas que ensangrentaron América Latina vuelve a escucharse en nuestro país. Formados, casi todos, bajo la égida de Washington y al amparo de la tristemente célebre doctrina de seguridad nacional, los jefes de las fuerzas armadas en nuestros países suelen poner en la mira a quienes defienden los derechos humanos.
Ese discurso, esa doctrina de la que hoy se ha hecho portavoz y en presencia del propio Felipe Calderón, el secretario de Marina, Francisco Saynez Mendoza, ha conducido en El Salvador, Colombia, Guatemala, Argentina y Chile al asesinato de defensores de los derechos humanos y a la conversión, por parte del poder, de las organizaciones ciudadanas empeñadas en esa tarea, en un objetivo más de la acción de las fuerzas armadas.

Decir lo que Saynez ha dicho ha representado la muerte para miles de personas en América Latina y me temo que México, más estando las cosas como están, no será la excepción. Cortos se quedan los defensores de derechos humanos que han exigido una disculpa pública al gobierno federal por lo expresado por el almirante. No se trata de un arrebato retórico, sino de la formulación de una parte esencial de la doctrina autoritaria. No fue una torpeza del funcionario, sino una amenaza real y presente.

Resulta además altamente significativo que sea el jefe de la Marina, el mismo cuerpo que utilizo el cadáver de un narcotraficante, Arturo Beltrán Leyva, para “enviar un mensaje” a sus enemigos, utilizando las mismas tácticas criminales, el que ahora denuncie la existencia de una vinculación perversa entre organismos defensores de derechos humanos y el crimen organizado.

Dice Saynez que “la bandera de los derechos humanos” y “los grupos ciudadanos” son utilizados por el crimen organizado con “el malévolo fin de obstruir la participación de las fuerzas armadas, a las que manchan, en su contra y así tener el campo abierto a su maldad”. Reitera el almirante que organismos defensores de derechos humanos son “usados” con la intención de que “caigan en el perverso juego de los criminales”. Los convierte, a quienes se oponen a la guerra y a las violaciones de los derechos humanos que en ella se producen, en tanto obstáculo para el cumplimiento de su misión, en parte de ese enemigo al que se ha de aniquilar.

Y hace esto el almirante frente a Felipe Calderón; el hombre que ha hecho de la guerra un instrumento de legitimación, una herramienta propagandística y electoral. Lo hace ante un hombre cuya vocación autoritaria y su criminal ineptitud han hundido al país en el abismo. Lo hace ante quien, de bote pronto y sin mediar investigación judicial alguna, criminaliza a las víctimas y considera que, como “se matan entre ellos”, tanta muerte en nuestro país es un claro índice de que la guerra contra el crimen organizado se esta ganando.

Habla además así el almirante cuando quedan menos de 500 días para que este gobierno termine y cuando las prisas y los intereses electorales harán a Calderón presionar para que las fuerzas armadas le entreguen resultados. Resultados a cualquier costo, resultados a pesar de los obstáculos que pueden representar aquellos que denuncian los crímenes del poder, que se oponen a la violación sistemática de los derechos humanos, que se esfuerzan en defenderlos y que denuncian, por fallida, por sangrienta esta guerra que sin perspectiva de victoria se libra en nuestro país.

En el mismo saco ponen Saynez y Felipe Calderón a criminales y defensores de los derechos humanos. Más allá de la postura propagandística hacen patente su deprecio por la organización ciudadana, por el clamor de paz, por la indignación ante la pérdida de tantas vidas inocentes. La falsa disyuntiva vuelve a presentarse o con Calderón —y en este caso con la Marina— o contra México.

Declarada esta guerra sin considerar los instrumentos judiciales para la consignación de los delincuentes resulta mas fácil matarlos que apresarlos. Desplegada masivamente la tropa, con todo su poder de fuego y establecida la coartada del “se matan entre ellos” tienen jefes y oficiales carta blanca para proceder a desaparecer o ejecutar a mansalva. Por eso siempre —y contra lo que regularmente sucede en la guerra— aquí la cifra de bajas mortales supera con creces a la de los heridos.

Y si ya funcionan escuadrones de la muerte y un alto jefe militar se ha pronunciado tan claramente contra los defensores de los derechos humanos, ¿quién va impedir que sus integrantes, en ese afán de “limpiar el país de criminales”, procedan contra aquellos que les estorban? Irresponsable y grave lo dicho por Saynez. Criminal y sintomático que su jefe Felipe Calderón no le hubiera enmendado de inmediato la plana. No es cuestión de que se disculpe el almirante ni de que Calderón pida perdón. Deben los responsables de esta guerra rendir cuentas ante la ley y la nación. Urge que se les ate las manos y se les tape la boca para que no corra más sangre.
Nueva sede panista. Helioflores

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