Wednesday, June 8, 2011

El PRI y su disfraz de víctima

Si mañana usted ve en la televisión que Mario Marín fue detenido por su presunta colusión con bandas de pederastas, ¿lo creería? Si escucha por la radio que agarraron a Arturo Montielpor enriquecimiento ilícito, ¿le sonaría lógico? Si al comprar el periódico descubre que Ulises Ruiz tiene una orden de aprehensión por homicidios durante su gobierno en Oaxaca, ¿le sorprendería? Si abre internet y se topa con que el ex mandatario de Durango, Ismael Hernández, es sospechoso de haber escondido a El Chapo Guzmán, ¿le parecería inaudito? Difícilmente.

El PRI no es víctima. Abusó del poder por más de siete décadas, y cuando lo perdió en 2000, el fin del presidencialismo heredó a los gobernadores —la mayoría priístas— el absolutismo que se ejercía desde Los Pinos.

En esas condiciones, surgieron en el partido del tricolor figuras indefendibles, políticos evidenciados por los medios de comunicación en la flagrante comisión de diversos delitos, quienes, no obstante, quedaron impunes. Una camada de viejos y jóvenes cuyas actuaciones ridiculizan el concepto del “nuevo PRI”.

Frente a los atropellos de algunas de sus más destacadas figuras, este partido ha tenido dos opciones: entregarlos a la justicia para demostrar que aprendió de sus errores del pasado o encubrirlos con el argumento de que el electorado recordaría la peor cara del PRI y dejaría de votar por ellos.

De manera sistemática, los priístas han optado por la segunda, la del encubrimiento, que es complicidad. Para justificarse, recuerdan que el escándalo de los millones del ex gobernador mexiquense, Arturo Montiel, no sólo descarriló sus propias aspiraciones presidenciales sino que terminó con las de su rival, Roberto Madrazo, y dejó al partido vapuleado en el tercer lugar en el 2006.

Por eso el PRI negoció con el entonces presidente electo Felipe Calderón que lo dejaría tomar posesión y lo apoyaría con sus votos en el Congreso para poder arrancar su gobierno, a cambio de que el panista olvidara, de entrada, dos de sus más sonadas promesas de campaña: enjuiciar a Mario Marín y a Ulises Ruiz. Se selló el pacto y ningún priísta relevante fue perseguido en el primer tramo del sexenio.


Para fortuna del PRI, que hoy quiere jugar el papel de la víctima, el gobierno de Felipe Calderón se enfrascó en una guerra cuyos procedimientos causan sospecha en la opinión pública, y ha sido descubierto en varias mentiras para proteger a sus elementos cuando matan ciudadanos por error. Además, es verdad aceptada que el Presidente está concentrado en la operación política para que el PAN suba en las encuestas por la sucesión presidencial, al grado de aliarse ahora con el PRD para que el PRI no vuelva a Los Pinos.


El PRI, pues, no le apuesta a la depuración de sus filas, sino a que la gente crea que tras la detención de Jorge Hank Rhon y las que pudieran venir en el futuro no existen expedientes delictivos, sino sólo motivos electorales.

Historias de reportero
Carlos Loret de Mola
El Universal


Palo dado. Naranjo

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