Wednesday, September 26, 2007

Calderón está enojado

Mayté Reyes Retana
Milenio


Felipe Calderón está muy enojado con los ricos y poderosos del país. El pasado viernes, ante empresarios, políticos, científicos, artistas, miembros de la Iglesia y deportistas, que en julio aparecieron en la revista Líderes Mexicanos como los “300 líderes más influyentes” del país, el Presidente se lanzó contra quienes han construido fortunas “sobre la sangre y el dolor de la mitad de los mexicanos” que hoy viven en la miseria.

“Esta minoría selecta —insistió el Presidente— tiene una responsabilidad enorme con su generación y con nuestro tiempo. Ha habido otras que nunca se asumieron corresponsables de su tiempo y de alguna manera fueron partícipes de las crisis económicas de los años recientes que han mandado a más de la mitad de los mexicanos a la miseria”.

El discurso, que sorprendió a propios y a extraños, tiene sin embargo un origen claro, y es la reacción de los empresarios ante la propuesta de reforma fiscal del gobierno calderonista. La andanada de algunos de estos 300 contra la CETU tiene al Presidente, por decir lo menos, molesto.

Pero, y a pesar de que el discurso de Calderón lo sitúe como un Presidente comprometido con la justicia social, resulta evidente que esos 300 líderes a los que regañó son los mismos que lo apoyaron en la campaña y que más cerca se han situado del PAN, al menos ideológicamente. Las críticas de Calderón tienen, pues, más que ver con un coraje personal que con un posicionamiento político.

Por otro lado, y aunque suene muy políticamente incorrecto, no estoy de acuerdo con culpar a los empresarios de las carencias del gobierno. Dice Calderón que ellos fueron partícipes de las últimas crisis económicas, por ejemplo, pero la realidad es que la obligación de impulsar políticas públicas de generación de empleos es del gobierno, única y exclusivamente.

La política económica y los programas sociales o de infraestructura no pueden depender de la buena voluntad de los empresarios o de organizaciones civiles, que no tienen la obligación de hacerle la chamba al gobierno.

Es cierto que, desde siempre, se ha establecido una relación perversa entre el poder político y el económico. De no ser así, no se explicaría que México, un país con millones de pobres, cuente también con el hombre más rico del mundo. Sin embargo, y por más envidia que me dé la fortuna del señor Slim, soy muy consciente de que él no tiene ninguna obligación conmigo, puesto que no le pago impuestos a él.

Que el gobierno asuma sus responsabilidades, eso es todo.

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