A puerta cerrada
Marcela Gómez Zalce
Vale más, mi estimado, saber cosas inútiles que no saber nada...? Francisco Ramírez Acuña, la ornamenta de Gobernación, debería mandar al diablo, o si lo prefiere en lenguaje políticamente correcto, presentarle su renuncia de manera irrevocable a Felipe Calderón.
Aquellos bríos de envalentonado bravucón hoy son sólo tímidos ardores. Aquellos desplantes de cercanía con el entonces candidato panista hoy son sólo fotos, literales, del recuerdo. Aquellos aires de operador político hoy son sólo soplos de incapacidad. Una imposibilidad, my friend, pero no para entender el de por sí complejo panorama nacional —donde es requisito contar con más de dos simpáticas neuronas (ya sabe, que no sean motoras)— sino para asimilar que en Los Pinos lo mantienen porque (he´s expendable) es útil para el actual desgaste. Porque su minada figura servirá hasta encontrar al singular arrojado que muera por despachar en Bucareli bajo el ojo inquisidor del Gymboree presidencial.
Ramírez Acuña ha jugado uno de los últimos papeles de su tragicomedia personal como secretario de Gobernación. Su comparecencia en San Lázaro con motivo de la glosa del (des)informe fue puntualmente palomeada, ensayada y bajo un divertido script mediático. Si hay quejas, molestia, desmadre y/o agitación, el buen Francisco servirá como primer muro de contención porque además debe saber, my friend, que para cualquier entrevista formal o de banqueta... tiene que pedir permiso. Ponerle su carita de please a Max Cortázar y recibir sus ins-truc-ciones para salir en la foto. Nada de andártela creyendo u moron, los únicos chicharrones que truenan en el reflector son (evidentemente los de Fox) los del inner circle y el jefecito.
Así que el entretenido tubazo de ayer en San Lázaro contra el procurador Eduardo Medina Mora —primer responsable del Cisen foxista— debería ser visto como parte de las caritas de fuchi que ya origina el titular del PGR... a quien tampoco le faltan motivos, sobre todo por las formas presidenciales, para tirar la toalla. Pero en el caso de Francisco la seductora preguntilla es ¿cuándo se terminó la luna de miel con Calderón?
Porque su ineptitud, mi estimado, no parece ser la causa de fondo. Es por demás relevante que la torpeza es requisito fundamental para ser parte de este curiosito gabinete de civiles. No, no, un parteaguas que usted conoce bien, fue su rol de testigo ante los tubazos entre Juan Camilo Mouriño y Manuel Espino en aquellos días de agitada bomba yucateca que desencadenaron la hormona presidencial dando como resultado la sembrada rechifla de Guanajuato. El original acercamiento entre Espino y Ramírez Acuña quienes tenían historias distantes (y distintas) detonó los focos rojos de Los Pinos donde hoy bajo ninguna circunstancia whatsoever uno puede discernir, opinar o... crecer mediáticamente. ¿Estamos, verdad?
Un insigne botón es el rebañito de legisladores azules que soportan las espléndidas presiones del Gymboree para acatar sin chistar la línea. La misma con la que tanto se flagelaron en la época dorada tricolor.
Gobernación perdió el glamour. La estampa. Los dientes. Aunque la verdad, mi estimado, el personaje también viste el despacho. El Cisen, cuya pantalla es el amigo de Felipe, le reporta a Juan Camilo previas simpáticas anotaciones... y si corre con suerte a Francisco lo enteran... si no, no. El caso del EPR es emblemático porque fallaron los sistemas de inteligencia. Todos.
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