Una multitud pululaba anoche en plan de fiesta por las calles del Centro Histórico y por las tres cuartas partes libres del Zócalo, mientras detrás de la valla policiaco-militar desplegada desde el viernes pasado ante Palacio Nacional, los técnicos de OCESA ecualizaban su poderosísimo equipo de sonido, luego de haber probado a las seis de la tarde un disco de “¡vivas!”, que muy probablemente utilizarán esta noche cuando Felipe Calderón salga a gritar los nombres de los héroes patrios.
La convocatoria de la Convención Nacional Democrática, que invitó a los seguidores de Andrés Manuel López Obrador a acampar en la plaza para evitar que ésta fuera desalojada por el Estado Mayor Presidencial, tuvo tal éxito que por primera vez desde que se levantó el plantón de protesta contra el fraude, hace exactamente un año, la guardia palaciega se quedó nuevamente con las ganas de arriar la bandera que anoche seguía ondeando en el centro.
Desde las dos de la tarde aparecieron las primeras tiendas de campaña de la sociedad civil y del PRD a lo largo de la valla que marca la línea divisoria entre la alegría del pueblo y el miedo del gobierno federal, que extendió –aún más– lateralmente su área de “inseguridad” al aumentar la triple línea de rejas desde 20 de Noviembre hasta la esquina donde colindan Palacio y la Suprema Corte, abriendo un ancho corredor para una eventual movilización de hombres y vehículos como ansiolítico contraa la creciente y peligrosa paranoia de la gente de Los Pinos.
Al cierre de esta edición se antojaba casi imposible que las fuerzas federales pudiesen intentar el desalojo de la plancha, por lo que de no producirse cambios durante la madrugada, las dos ceremonias del Grito que se verificarán esta noche estarán marcadas por la rivalidad de los equipos de sonido de cada bando, y a nadie le cabe duda que el de Palacio Nacional, perteneciente a OCESA y considerado el más potente de América Latina, apabullará al de la Convención Nacional Democrática.
Ayer, por ejemplo, desde la consola instalada dentro del enorme templete que el gobierno federal erigió en la esquina de Catedral y Palacio, los de OCESA realizaron varios rounds de sombra tocando el famoso disco de Bebo y El Cigala llamado Lágrimas Negras, que a juicio de un señor acampado detrás de la valla demostraba “lo antipatriótico de Calderón, que piensa festejar la Independencia con rumba flamenca”.
Pero lo cierto es que para escuchar ese comentario, que el señor gritaba al oído, el reportero debió esforzarse para leer los labios del hombre debido al volumen ensordecedor de las bocinas. Al mismo tiempo, 17 paraguas en la azotea de Palacio Nacional cubrían los enormes reflectores que serán encendidos y apuntados contra la muchedumbre cuando Felipe Calderón se asome a las once de la noche.
En opinión de Isela Vega, la gente puede contrarrestar esa agresión luminosa llevando espejos para devolver el resplandor a quienes lo usarán como instrumento de control y prevención de actitudes que pudieran ser peligrosas para el titular del Ejecutivo, como el posible lanzamiento de objetos en su contra, algo que ni el Gobierno del Distrito Federal, el Estado Mayor Presidencial ni la Policía Federal Preventiva están en condiciones de evitar, pese incluso a la infiltración de soldados vestidos de civil que vigilarán a los asistentes al Grito de los libres.
Pasadas las diez de noche, los potentes reflectores de Palacio comienzan a disparar sus luces sobre la muchedumbre y ésta reacciona de inmediato mostrando carteles con la imagen de Andrés Manuel y gritando a coro: “¡Es un honor estar con Obrador!” Trascendió que hoy, a la una de la tarde, camiones pagados por la Presidencia de la República recogerán contingentes de militantes panistas en todas las delegaciones de la ciudad para traerlos al Zócalo.
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